Por William Suarez
Vicecoordinador nacional de la red colombiana de semilleros de investigación. Ingeniero industrial, master en gestión de innovación.
El surgimiento de la innovación de negocios en la era de la globalización avanza de una manera tan veloz y tiene un alcance tan extenso, que resulta difícil identificar y comprender cómo actuar para lograr los resultados que un país como Colombia busca en este campo lleno de oportunidades. En la esfera internacional se confirma que los niveles más altos de desarrollo corresponden a países que muestran también altos niveles de emprendimiento innovador, apalancado con un sistema educativo que fortalece las capacidades de la creación e ideación; además, un sistema nacional de innovación acorde con la realidad regional y local del proyecto de un país que desee ser innovador y gran potencia mundial. Lo que está menos claro es cómo pueden llegar a ese estado, las naciones que aún están lejos de él.
Han surgido por ejemplo en nuestra región Caribe alianzas entre las Cámaras de Comercio de Cartagena, Barranquilla, Santa Marta y La Guajira, con el apoyo de Confecámaras y el SENA, y la financiación de Colciencias; con el propósito de apoyar a las empresas del Caribe en el desarrollo de estrategias en tres ejes fundamentales: 1) generación de una cultura de la innovación, 2) fomento de las capacidades de los actores a través de nuevas metodologías y 3) herramientas para el desarrollo competitivo y productivo. Es así, como con un posicionamiento geográfico-estratégico como el que tiene la Costa Caribe colombiana y teniendo en cuenta todas las ventajas que esto puede traer a su sector empresarial, muchos líderes de empresas se preguntan cómo ser competitivos y productivos para sacar provecho de su localización; y alianzas como la mencionada, son la respuesta a esos interrogantes. La clave del éxito innovador en nuestra región podrá ser, la de sensibilizar a empresarios de la región sobre la definición real y palpable de innovar por medio de una serie de eventos masivos y talleres para identificar a innovadores, y premiaciones dirigidas al innovador.
Para tenerlo como referencia, si queremos lograr apalancar nuestra región a los mejores escenarios de generación y promoción de innovación a nivel mundial, partamos del Índice Global de Innovación 2015, cuyo ranking internacional evalúa el índice de innovación de las principales ciudades del mundo. El país ocupa el segundo lugar en Suramérica, solo por detrás de Chile, pero es superado por estados centroamericanos como Costa Rica, México y Panamá. Se ubica en el lugar 67 entre 141 países que se ejecutó teniendo en cuenta la capacidad de innovación de los países participantes. Se evaluaron siete aspectos: instituciones, capital humano e investigación, infraestructura, desarrollo de mercado, desarrollo empresarial, conocimiento y tecnología y resultados creativos.
Los resultados arrojados demostraron que Colombia superó la mayoría de los aspectos evaluados, a excepción del desarrollo de mercado, donde no tuvo buenos resultados. Es ahí donde evidenciamos la falta de sinergia entre la industria, el mercado y los resultados de investigación y desarrollo que deberían ser los que impulsarían los nuevos mercados a partir de la innovación empresarial con el apoyo definitivo de la academia
El índice revela los grandes desafíos que enfrentan el país y en especial la región caribe colombiana desde su papel como dinamizador e integrador de las capacidades y recursos desde lo local hasta lo nacional con proyección internacional. En materia de innovación hay que apostar como una región Caribe que camina unida y con una visión global, innovadora en los mercados, y practicante de estrategias para mejorar la competitividad y la productividad a nivel regional. Todas esas apuestas, deberían convertirse en el fundamento de nuestra economía.
Nuestra visión es que las empresas localizadas en el Caribe colombiano se comporten como organizaciones del siglo XXI que tienen la convicción sobre la importancia y pertinencia de la ciencia, la tecnología, la investigación y el desarrollo para la generación y aplicación de interfaces e instrumentos que el sistema de innovación regional promueva en pro del desarrollo nacional. Lastimosamente, la realidad dista de la visión deseada. Si tenemos como referencia a Estados Unidos, donde se invierte el 2,79% del PIB en investigación y desarrollo, en Colombia las cifras no son alentadoras ya que no llegan al 0,20% en 2014, según el Observatorio Colombiano de Ciencia, Tecnología e Innovación (OCyT) y el Dane. Por su parte, en Actividades de Ciencia, Tecnología e Innovación (ACTI), los gastos ascendieron a 0,46%. Aun así, existen instrumentos que no son suficientes para cambiar la situación y que la inversión privada en ciencia, tecnología e innovación es baja comparada con países de América Latina y del resto del mundo, resaltando el cupo de beneficios tributarios de $500.000 millones con potencial para apalancar inversiones por parte del gobierno. Además de ser baja, la mayor inversión en ACTI proviene principalmente del sector público y no del privado, cuando en países desarrollados o de la OCDE ocurre totalmente lo contrario.
Lo que se propone es mejorar este panorama que se han dado con la definición de las metas en ciencia, tecnología e innovación plasmadas en el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2014 – 2018 y la aprobación de un Conpes que permitirá a las empresas que inviertan en innovación para aplicar deducciones tributarias.
En nuestra región que con cuentas pendientes, los desafíos plasmados en el PND son, entre otros: subir el porcentaje de empresas innovadoras de los sectores de industria y servicios, el número de publicaciones científicas de alto impacto, aumentar las solicitudes de patentes por residentes colombianos e incrementar las becas en formación de posgrado. Para lograrlo se deben realizar distintas tareas, pero especialmente incentivar al sector privado para que invierta más en ACTI, que hoy es impulsada por la inversión pública.
